Artículo Mª Jesús Rosado Millán

La Investigación Social como motor de la Innovación

Hay dos cosas infinitas vinculadas a la Humanidad: los números y la curiosidad. Los primeros los inventamos nosotros/as y la segunda no sabemos de dónde nos viene. Esa curiosidad que nos lleva a preguntarnos como infantes: ¿Y esto por qué?, en una sucesión infinita de porqués que no acaban nunca. A veces, hasta las personas, hartas de sí mismas, se contestan: “Porque sí”. Pero el hartazgo dura poco y volvemos a la carga: ¿Y aquello otro… por qué?

Fue esa curiosidad la que llevó a Magallanes a emprender su viaje con más coraje. Una curiosidad adictiva que nos ha llevado a enfrentarnos a lo desconocido a pesar de los pesares. Y aquí estamos, con los ojos bien abiertos preguntándonos: ¿Cómo un virus, un bichito imperceptible, nos ha trastornado de esta manera? ¿Cómo nos enfrentamos a él? Nos hemos dado cuenta de que carecíamos de tratamientos contra el COVID-19, y la única solución que hemos encontrado, por el momento, es la distancia personal (que no social, pues las personas seguimos estando conectadas).

Todo esto ha hecho que tengamos que modificar nuestra forma de relacionarnos, porque es precisamente el contacto personal lo que hay que evitar. Esto ha supuesto un impulso de la digitalización en todos los aspectos de la vida, desde el ocio al trabajo, desde el consumo a la comunicación y desde la primacía del trabajo productivo como la gran función social a su equilibrio con la de los cuidados.

Precisamente es en esta función en la que la innovación adquiere todo su potencial. Porque no se trata de cambiar la forma en la que se cuida, sino en la concepción de los cuidados como una función indispensable para el devenir humano. Para que se pueda producir es necesario que las personas estén sanas y saludables, que se sientan bien física y psíquicamente. Esta función que ha estado en manos femeninas, de manera altruista, desde las Revoluciones Neolíticas cuando tuvo lugar la primera división entre los sexos, ha cambiado. La revolución feminista ha dejado al descubierto que hay que reorganizar y equilibrar los cuidados porque las mujeres ya no lo van a seguir haciendo de manera obligatoria.

Así que aquí hay que pensar y repensar muchas cosas y a todos los niveles: ¿En qué consiste? ¿Quién lo va a hacer? ¿Cómo se va a hacer? ¿Qué recursos hacen falta? Y es entonces cuando entra de lleno la investigación social como motor de la innovación. Porque fue la curiosidad la que nos llevó a la ciencia, y es la ciencia la que tiene que dar respuesta.

A finales de 2019, antes que supiéramos del coronavirus, escribí sobre la importancia de la investigación social en tiempo de crisis. Ya entonces (parece que ha pasado un siglo) me preguntaba:

“¿Cuáles son las sociedades que mejor se adaptan a los cambios? ¿Cuáles las que afrontan mejor sus crisis? Desde luego está claro que aquellas que más invierten en el conocimiento son las que más prosperan y las que afrontan mejor sus avatares cuando estos se presentan”.

La vida no es una línea recta sobre la que se transita sin incidencias, sino que está llena de altibajos. Las inversiones de cada Estado determinan, en buena medida, el tránsito por esos altibajos de tal manera que permitan llegar a buen puerto a sus ciudadanos.

El futuro es imprevisible en buena medida, pero los descubrimientos que se realizan día a día nos permiten comprender el mundo y efectuar pequeñas previsiones de futuro, lo que en su conjunto va formando un cuerpo de conocimientos en los que se basa todo el desarrollo humano.

La investigación forma parte de esos descubrimientos y lo hace de una forma ordenada. Por eso cada nuevo hallazgo supone un avance respecto a conocimientos anteriores.

Es por ello que la investigación constituye el pilar sobre el que avanza la Humanidad, y se hace más necesaria en tiempos de crisis cuando más hay que agudizar el ingenio para salir de las mismas. Es cierto que el ingenio se puede agudizar pensando en el “ahora mismo”, pero también pensando en el “futuro”.

La investigación genera conocimiento y el conocimiento permite reinventarse continuamente generando los mecanismos necesarios para plantarle cara a los problemas, retando al futuro, haciendo el camino de la vida más transitable.

Hoy lo reitero con más pasión. O investigamos sobre nuestras formas de ser, sentir y pensar, o probamos a ver si tenemos suerte.

Mª Jesús Rosado Millán

Presidenta de la Fundación iS+D para la Investigación Social Avanzada.